jueves, 4 de mayo de 2017

Nuevas experiencias en medicina

¡Cómo han cambiado las cosas!
El tiempo no pasa en vano.

Mirando este blog me he dado cuenta de que quizás la medicina nunca fue tanto lo mío. De que sufro mucho con los pacientes. No me queda claro si es algo positivo o negativo. Hay gente que dice que eso me hace mejor médico. No saben cómo se siente aquí dentro de mi pellejo. Todo el mundo querría un médico amoroso, una doctora que se nota que le preocupas y que sonríe con sinceridad cuando te ve. Alguien en quien confiar cuando todo se ve negro. El problema es trabajar en esa negrura.

Recuerdo mis días de diálisis, donde nunca sabía si iban a llegar todos mis pacientes, porque su enfermedad es tan grave que alguno podría morirse dentro de la semana. Y monótonos. Pasaban lentamente, arrastrándose. A veces parecía que el reloj se arrepentía de dar las cinco de la tarde y retrocedía hasta antes de mi hora de salida. Eran días eternos.

Después me fui a trabajar en consulta. Tres horas al día, cinco días a la semana. 12 pacientes al día en promedio. Tranquilo. En un lugar privado, con todas las facilidades para examenes y derivaciones. A ver hipertensión, diabetes y dislipidemia, que una vez al parecer me pidieron que derivara al especialista. Veía principalmente resfríos y controles sanos. Poco más. Mucho más entretenido, mucho más dinámico. Con la posibilidad de derivar de inmediato a especialistas y saber que serían evaluados pronto. E hice derivaciones notables! Envié a la urgencia una prostatitis y derivé al cirujano un posible cáncer de vesícula. Muy interesante. Aunque incómodo, no podía hacer nada más porque debían ser 3 horas al día, cinco días a la semana. Me tuve que ir para explorar otras cosas.

Entré al tórax. Residente de piso de respiratorio. Un año viendo fibrosis pulmonar, EPOC, asma, hipertensión pulmonar, cáncer de pulmón y fibrosis quística. Algunas tuberculosis también. Aprendiendo lo que se siente estar sola con pacientes complejos y que se descompensen en la mitad de la noche. Dando malas noticias. Demasiadas malas noticias. Acostumbrándome a sentir a la muerte rondando a mis pacientes, y dejarla pasar tranquilamente junto a mi. Sintiendo que cada turno alguien podría estar pidiendo pista y que era normal. Sabiendo que en la mayoría de los casos, no era mucho más lo que se podía hacer. Aprendiendo a dejarlos irse, a soltarlos y acompañarlos en una muerte digna y sin dolor. Aún no me acostumbro a la muerte. No sé si algún día lo haré.

En el consultorio he aprendido lo que es trabajar en el sistema público. Las listas de espera, el que nunca haya hora y los pacientes no puedan hacerse los examenes que necesitan. El tener que esperar cuatro años por una consulta al neurólogo. La frustración de los pacientes, que la traspasan a nosotros. La realidad del paro, que apenas beneficia a aquellos que paran, y pone aún más presión en un sistema ya muy presionado. ¿Cuántas horas de especialidad se perdieron debido a los paros? ¿Cuántos pacientes, con años de espera, tuvieron que seguir esperando? ¿Cómo es posible que todos los años no sean capaces de ponerse de acuerdo? Hace preguntarse si existe la intención de ponerse de acuerdo. Vivir el resentimiento de los pacientes cuando no hay nada que hacer por ellos, y también vivir la gratitud de aquellos a quienes si pude ayudar.
 El sistema público tiene sus fallas. Las prioridades asistenciales vienen dadas por los programas de salud, por el ministerio y por los bonos que le dan a los funcionarios. Porque aquí le pagan extra a la gente por hacer las cosas bien. ¿Hay que lograr que todos los adultos mayores sean vistos al menos una vez durante el año? Paguemos a los funcionarios un bono si el 60% de ellos son vistos. ¿Hay que mantener compensados a los hipertensos? Hora de un bono de premio si logran compensar más del 50%. No hay motivación intrínseca por hacer las cosas bien, toda motivación viene de afuera. Viene por el bolsillo, no por las ganas de hacer bien mi trabajo. Eso, al parecer, motiva a muy pocos.

¿Dónde lo he pasado bien entonces?
En la universidad.
Recorriendo los pasillos con un grupo de alumnos de segundo año y enseñándoles lo que es ver pacientes. Esto de ser el heraldo de este mundo nuevo que recién están conociendo me parece fascinante.
Es maravilloso acompañarlos en este proceso. Verlos crecer, desde que hacen su primera historia hasta que son capaces de diagnosticar enfermedades a fin de año. Estar con ellos cuando se asombran del mundo y ayudarlos a entender cómo funciona el cuerpo humano cuando está funcionando mal. Ha sido una de las mejores experiencias, que me enriquece día a día. Que me hace enfrentar mis miedos y luchar por superarme a mí misma. Aprender más cada día, no sólo acerca de la semiología, que es un estudio apasionante, si no acerca de cómo ser más eficiente en su educación.

Me encanta la educación.

Paso horas estudiando las distintas formas de educar, los métodos, las corrientes. Investigando acerca de actitudes nuevas y mejores para mis alumnos. Me apasiona saber cómo ayudarlos, cómo crear el mejor ambiente educacional para ellos.

Creo que me voy a dedicar a esto. A trabajar con alumnos y verlos crecer. Quiero generar nuevas formas de educar y poner en práctica mis ideas. Tener conejillos de indias que hayan apostado por mí. Trabajaré con niños también, mejorando la educación en Chile, que mucha falta le hace. Porque mejorar la educación equivale a mejorar al país. A superar la pobreza, a disminuir la desigualdad, a nivelar hacia arriba en vez de hacia abajo.

Eso quiero hoy para mi vida.

martes, 16 de septiembre de 2014

Y ya no quiero

Ha pasado tanto tiempo.

Ya soy médico.

Con título recién estrenado en mi primer trabajo en febrero de este año. Y ya no quiero.

Trabajo en centros de diálisis. No hay nada más desolador que eso.

En general, el trabajo es escaso, por lo que hay tiempo para pensar. El día se arrastra lentamente y las horas parecen pasar con el apuro de un jubilado haciendo la compra de la semana. Después de pasar visita, y asegurarse que todos estén bien, no hay nada que hacer. Salvo pensar. Y mirar el reloj, calculando mentalmente cuánto falta para la siguiente comida, el único "recreo" que saca de la monotonía.

Alegrarse porque ya han pasado cuatro horas y vendrán nuevos pacientes. Actividad febril, entre pesarlos, saludarlos, programar su baja de peso y despedirse de los que se van, esa hora pasa volando. Lástima que sea sólo una hora.

Y luego a sentarse a esperar. Pasar visita, esperando secretamente que haya algo que resolver, y al mismo tiempo, recriminándote por siquiera pensar en que a alguno le pase algo, sólo por variar la monotonía. Y de nuevo a sentarse. A mirar el reloj y esperar la hora de comida.

Aunque a veces, gracias a Dios sólo a veces, pasan cosas. A veces, se descompensan tanto que las enfermeras piden ayuda. A veces, hay que detener la sesión mientras se llama la ambulancia. A veces, y gracias a Dios esto sólo me lo han contado, algunos no alcanzan a esperarla.

Ya han muerto cinco pacientes este año.

Cinco personas con las cuales habías establecido una relación. Porque esto de la diálisis es así, los ves todas las semanas, les sonríes y los saludas. Les resuelves sus problemas. La tos, los ahogos, las lesiones en la piel. Y ellos sonríen, y agradecen.
A veces, cuentan cosas. Como cuánto extrañan su trabajo, o cuantas ganas tienen de salir de vacaciones, o a veces, en un susurro asustado, cuanto miedo le tienen a sus hijos. Y escuchas. Y asientes. Y sonríes. Y ellos se sienten importantes para alguien. Y así, lentamente, van forjando una relación.

Hasta que les pasa algo. Un día, están con un poco de fiebre, y les das medicamentos, segura que saldrán adelante. La semana siguiente, no han mejorado. Frunces el ceño, otro medicamento debería ayudar. Pasa otra semana y de repente no están. La solícita enfermera te cuenta que está hospitalizada. Pasa otra semana. Y otra semana. Y otra semana. Hasta que preguntas qué pasa con ella y cuándo volverá.

Y la enfermera te dice, con sorpresa en su semblante: "No, Dra, la señora falleció."

Y el mundo te cae encima. "Quizás si yo..." es lo que te preguntas, aunque muy en el fondo sabes que hiciste todo bien. Sabes que no había nada que pudieras haber hecho para evitarlo. Que era su hora y la vida sigue.

De repente te das cuenta que todos podrían morir. Que los pacientes en diálisis no duran 20 años, sobretodo si son diabéticos. Los miras con una mezcla de ansiedad y cariño, sabiendo que si quieres disfrutarlos tiene que ser ahora. No la próxima semana, por que la próxima semana podrían ya no volver más.

Luego aprendes, supongo, a no encariñarte. A verlos de lejos, como entes portadores de enfermedad, yo creo. A tratar de no verlos como seres humanos, si no como pacientes, sospecho. A olvidar que tienen hijos y nietos, o que alguna vez fueron niños y adolescentes. O al menos, eso espero.

Porque lidiar con el prospecto de la muerte aquí a mi lado. Tan natural y aceptada. Es como ver a la parca caminando entre ellos, eligiendo a cual se llevará primero. Con la certeza de que, mucho más pronto que tarde, se los llevará a todos.

Y ya no quiero.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Soltera

Estoy sola. No sé si eso será malo. Verán, han sido 23 años de estar sola, estoy tan acostumbrada. Ahora que mi hermana está pololeando la observo y me pregunto si yo podría soportar una relación así. No me entiendan mal, no hay nada malo intrínsicamente en su relación, ella es feliz así. Pero yo no sé si podría ver al tipo en cuestión todo el día, todos los días. Estar prácticamente pegada a él, hacer todo con él, salir a todas partes con él. No sé, quizás yo valoro mucho mi independencia, me encanta estar sola en mi casa, leyendo un libro o viendo tele. Quizás me asfixiaría en una relación estable. Yo le preguntaba hace unos días qué se sentía el ser parte de una unidad, el no pensar por sí misma, si no por los dos; el no poder aceptar de buenas a primeras una invitación, si no tener que conversarlo con la otra mitad de la ecuación. No recuerdo qué me contestó, estaba apurada, iba a ver a su pololo. Eso de no poder decidir por sí misma esas pequeñas cosas, no sé si me gustaría. Creo que soy mucho más feliz estando sola, no teniendo que explicarle a nadie porqué no he salido de mi casa en una semana o avisarle cada vez que quiera hacer algo social. Me gusta no tener que preguntarle a nadie, decidir por mí misma que quiero ir al mall y comprarme un helado, no tener que avisarle al tipo en cuestión. Quizás es porque ya no estoy enamorada, quizás cuando lo estuve lo habría entendido. Quizás si Mi Che hubiese querido que estuviéramos todo el día juntos no me habría molestado la idea. Pero ese no es el tema, la idea es que estar soltera no es algo malo, o deprimente, o que defina lo que eres como persona, es simplemente un estado civil. También tiene sus cosas buenas, como poder ir a tomarse un helado al mall a las cinco de la tarde y que nadie te diga nada al respecto.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

No quiero estudiar

Me ha pasado algo extraño últimamente. He estado muy estresada, angustiada y blockeada. No he querido pensar ni sentir, sólo he querido jugar en mi computador y ver televisión, navegar en internet, a veces. Últimamente, no me interesa nada más. No me interesa estudiar, debería haberme interesado porque tenía exámen, pero yo creo que era eso precisamente lo que lo hacía detestable. No me interesa llamar a mis amigos, no me interesa salir con mi hermana y mucho menos volver al gimnasio. Sólo quiero ver TV, jugar en el computador y comer. He subido unos cuántos kilos, probablemente.
¿Es eso depresión? ¿Tendrá que ver con que dejé de tomarme los antidepresivos? ¿Por qué hago preguntas tan estúpidas?

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Mujeres

Después de 23 años intentándolo, aún no conozco a la gente. A pesar de mis hormonas femeninas, las mujeres en general siguen siendo un misterio para mí. Los hombres son mucho más simples, más directos, más fáciles de comprender.

He tenido varias amigas, creo, pero sólo una de ellas se ha mantenido mucho tiempo cerca. Sólo una de ellas no me ha traicionado, no me ha mentido y no me ha utilizado. Todas las demás me han hecho daño, de una manera u otra.

He llegado a la triste conclusión de que no vale la pena intentar entablar una amistad con una mujer. La amistad entre mujeres no funciona, tienes que recordar siempre que ella puede traicionarte en cualquier minuto, aunque te jure de guata que no lo hará.
Por otro lado, es muy probable que una mujer se acerque a ti porque le gusta uno de tus amigos y quiera que le ayudes a conquistarlo. Si no lo haces, es muy probable que se moleste y se aleje sin más. Las mujeres suelen ser interesadas, y no digo que los hombres no lo sean, por supuesto que lo son, son seres humanos, pero aunque sí se ven hombres que sólo quieren tu amistad, aún me falta encontrar una mujer que no quiera utilizarme.

Felizmente, no tengo que casarme con una mujer ni tener hijos con ella (biológicamente imposible, lo sé) así que puedo obviarlas sin consecuencias. Prefiero tener sólo amigos hombres. Prefiero dormir en una cabaña con 7 hombres a una cabaña con 7 mujeres, aunque el baño esté limpio.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Años de recuerdos

"Los recuerdos harán que te olvide.... que no se te olvide acordarte que me tienes que olvidar"

Lindos recuerdos, tenemos lindos recuerdos, no crees? Años de recuerdos. Años de peleas, de discusiones, de debates. Años de cariño, de abrazos, de regaloneos. Años de ser quiénes éramos y de agradar al otro sólo con eso. Años de querernos a pesar de todo, a pesar de nuestros compañeros, a pesar de nuestros ideales, a pesar de nuestros gustos, a pesar de que la vida se encargaba de separarnos. Siempre volvíamos, lo recuerdas? Cada vez que algo te superaba recurrías a mí, a mis brazos para que te asegurara que todo iba a estar bien, que nada te iba a hacer daño y que, por último, me tenías a mí a pesar de todo.

Aún me pregunto porqué no recurriste a mí ese año, quizás porque yo tampoco recurrí a ti. Quizás porque estabas pegado a ella y pensaste que ella te cuidaría como yo lo hacía. No lo sé, nunca lo sabré, no sé si me interesa enterarme, no sé si ella te cuidó como yo lo habría hecho.

No sé si esos recuerdo hicieron que te olvidara, yo creo que fue todo lo contrario, esos recuerdos hacían que no pudiera olvidarte. Creo que te olvidé, simplemente porque no puedo encontrarte, porque ya eres otra persona, ya no eres mi amigo de ojos verdes. Quizás si siguieras siendo el mismo sería casi imposible olvidarte. Quizás si nuestra relación se hubiera mantenido como estaba, yo seguiría perdidamente enamorada de tí. Quizás se me habría olvidado acordarme que te tengo que olvidar.

martes, 8 de septiembre de 2009

Caminar bajo la lluvia

Hay gente que pasa toda su vida sin vivir un minuto, diría Logan Huntzberger. Y yo diría que sí, que yo soy una de ellas. Que no, que casi no he vivido en mis 23 años y que ahora me arrepiento. Que todo ha sido por el miedo a equivocarme, a fracasar, a caerme.

Pero a veces es mejor arriesgarse y saber que se va a sufrir, porque los beneficios son mayores. No quiero seguir teniendo miedo, no quiero seguir privándome de cosas por miedo a equivocarme. Hay veces en que uno sabe que va ha suceder algo doloroso producto de algún acto, pero vale la pena hacerlo igual.

Como caminar bajo la lluvia sin paraguas. Me encanta caminar bajo la lluvia sin paraguas, meterme a los charcos y saltar en ellos, salpicándome entera y al que ose pasar por el lado. Me encanta mojarme el pelo y mirar al cielo con los ojos cerrados sintiendo el agua caer en mi rostro. Me encanta que la ropa esté empapada y pese al caminar, tiritar de frío bajo la lluvia corriendo y saltando. Sin embargo sé que me voy a resfriar. Lo sé, es casi inevitable, a menos que llegue a mi casa a ducharme con agua caliente y meterme en mi cama con un guatero a tomarme un té. Pero lo más probable es que a pesar de eso igual me enferme, o por lo menos estornude un par de días. Lo maravilloso es que me gusta tanto jugar en la lluvia que me da exactamente lo mismo, soy capaz de soportar un resfrío leve e incluso una gripe por jugar un día bajo la lluvia. Para mí, vale la pena. No importa cuánto me digan que me voy a resfriar, voy a hacerlo igual porque lo disfruto tanto y soy tan feliz un día bajo la lluvia que una semana de gripe me da lo mismo.